
Infraestructuras naturales y paisajes andinos
En geografías de pendientes y en conjunto con factores como la precipitación y exceso de agua que propician la escorrentía superficial, se producen una serie de impactos que conducen a procesos de pérdida de suelos, agua, nutrientes y semillas, con la consecuente reducción de la productividad agrícola (Posthumus, 2005). A ello, en los contextos de montañas andinos, se aúna la variabilidad y escasez hídrica, así como la dificultad de retención del agua (Canziani, 2007). Ante estos desafíos se comienzan a generar las transformaciones y modificaciones territoriales conocidas como terrazas y andenerías, las cuales constituyen una de las prácticas infraestructurales más antiguas de conservación y manejo hidrológico y de suelos. Su presencia física, utilización productiva y vigencia e importancia cultural siguen presentes en muchas partes del mundo.


Las terrazas están principalmente vinculadas a la expansión y consolidación agrícola en territorios escarpados. Sin embargo, la combinación de variables durante su diseño como la dimensión, materialidad utilizada (tierra, piedras y rocas), técnica y manufactura, vegetación asociada, clima local, ubicación geográfica, entre otras, confieren a estos dispositivos la capacidad de proveer una gran diversidad y gama de servicios ecosistémicos (Romero-Díaz, De Vente & Díaz-Pereira, 2019; Wei et al., 2016). Así, las terrazas se vuelven infraestructuras y paisajes, además de estrategias para la imaginación proyectual en diversos espacios y momentos de la historia humana.
Las terrazas de labranza, conocidas también como terrazas de formación lenta, ‘pata pata’ en quechua o ‘takuana’ en aimara, son infraestructuras de ejecución simple enfocadas en la agricultura de secano, y no forman parte de un sistema integral de riego (Willems et al., 2021). Su existencia es parte de un proceso progresivo de construcción y estabilización de zanjas de contorno y siguiendo las curvas de nivel que, en conjunto con vegetación arbustiva o árboles, promueve la acumulación progresiva de material erosionado en la parte baja y permite la reducción de la pendiente (Llerena et al., 2004, Canziani, 2007).


Por otro lado, los andenes, llamados también en algunos casos ‘bancales’, conforman infraestructuras de mayor sofisticación que mezclan estrategias de aterramiento para consolidación de suelo agrícola con una red integrada de riego en cascadas (Willems et al., 2021). La articulación parte desde un primer sector de captación y distribución donde canales promueven la infiltración y direccionamiento del agua, la cual posteriormente es almacenada en reservorios superficiales y subterráneos para finalmente ser derivada de forma controlada a los andenes y luego drenada aguas abajo.
Asimismo, los andenes suelen estar impermeabilizados a través de la utilización de una capa de arcilla en la base y ser diseñados con muros de piedra que permiten la retención del agua y con una ligera pendiente en sus plataformas que propicia el flujo por gravedad del recurso hídrico (Willems et al., 2021). Una clasificación más completa ha sido la elaborada por Kendall y Rodríguez (2009) que se divide en 4 tipologías principales según criterios del perfil de la plataforma, del muro de contención, presencia de sistema de riego y factores distintivos en su construcción.



Los andenes, vistos por sus constructores como parte integral del patrimonio cultural de los sentamientos andinos, superaron progresivamente una función meramente productiva de orden agrícola o destinada a estabilizar los suelos de las edificaciones asentadas en laderas. Así, generaron voluntades culturales y estéticas que se tradujeron en una transformación y modelamiento del paisaje integrándose en él diseño de los asentamientos y la volumetría de sus edificaciones y establecimientos reales (Canziani 2006) que podemos ver tangibilizadas en diversas construcciones como Machu Picchu, Moray o Tipón. Su diseño permitía un aumento de la exposición a la radiación solar y la generación de microclimas propicios para especies específicas en alturas, donde antes hubiera supuesto una gran dificultad su cultivo, gracias a la retención de temperatura de los muros de contención y a la modelación de la superficie de la ladera (Blanco, 1988; Crousse, 2016). La expansión en la utilización de las terrazas permitió junto a todo un sistema integrado de infraestructuras garantizar la seguridad alimentaria de las comunidades locales mediante el manejo eficiente de sus recursos y en específico de la tierra y el agua. Posterior a la Conquista, el uso de los andenes fue reduciéndose paulatinamente, sumando en la actualidad aproximadamente 250 000 ha que aún siguen siendo cultivadas (Willems et al., 2021). Una cantidad similar estaría en semi abandono, aunque con posibilidades de ser rehabilitada (Masson & Cotler, 1986)
Las estrategias de terrazas y andenes conforman hoy en día un patrimonio material e inmaterial fundamental para el manejo integral del territorio andino. Iniciativas de sistematización de conocimientos y de literatura, así como la medición y análisis en relación a los diversos servicios ecosistémicos que proveen (control de la erosión, provisión de alimentos, regulación hídrica, preservación de valores culturales y sociales, entre otros), realizadas por diversos proyectos en los Andes son fundamentales para dar valor y tangibilizar sus cualidades. Asimismo, las iniciativas para su recuperación son cruciales para evitar los efectos adversos que pueden suscitarse en perjuicio de las comunidades locales y de los saberes infraestructurales que preservan. Los beneficios de esta regeneración superarían largamente las inversiones realizadas.
Finalmente, en un contexto de gestión de riesgos y de cambio climático, las terrazas y andenes son también infraestructuras naturales y herramientas activas y contemporáneas que nos permiten imaginar oportunidades de mitigación, así como espacios de adaptación para otros futuros en el territorio. Nos otorgan estrategias proyectuales para dialogar con nuestros paisajes andinos basados en los conocimientos y saberes específicos que se preservan en ellos.