
A menudo, suele asociarse lo monstruoso con seres y situaciones cuya configuración se aleja de los estándares y prototipos humanos. Frankenstein, Mr. Hyde, Drácula, son creaciones que invaden un mundo donde lo diferente y lo desconocido no encuentra lugar; producen un quiebre dentro de un universo sometido al control y la reproductibilidad de modelos canónicos.
Desde el estallido del Iluminismo, en el Siglo XVIII, el ser humano intenta dominar y encasillar todo aquello que excede los límites de comprensión de la razón.
Las pulsiones más internas, los instintos que llevamos dentro, las reacciones incontenibles en las cuales una parte del alma no puede someterse a los designios del raciocinio; todo aquello, queda reprimido. Es así como, nuestra naturaleza más profunda, aquello que nos enraíza a la tierra y nos permite desenvolvernos de forma armoniosa y heteregénea, se anula. Nos convertimos en una pieza más dentro de una maquinaria que aliena y homogeneiza todo cuanto encuentra a su paso; adoptamos la forma de partículas reemplazables, descartables y premoldeadas
Pero . . . ¿se puede suprimir el monstruo que todos y todas llevamos dentro?
Hace ya algunos años, llegó hasta mis oídos una palabra que, hasta hoy en día, me permite comprender gran parte de los mecanismos que empleamos cuando nos enfrentamos a lo otro, la otredad, aquello que es ajeno a nosotros y que desconocemos; es la idea de lo abyecto. Territorio ingobernable, espacio de frontera, umbral entre existencias que se llaman y se repelen mutuamente. Lo abyecto y lo monstruoso, dos maneras de crearnos y re-crearnos, de pensarnos y re-pensarnos permanentemente. Habita dentro de cada uno de nosotros y nosotras una zona neblinosa, incierta, misteriosa, que ebulle constantemente pero, ante la cual, nos da temor despertar.
La situación social, política, económica y cultural que nos está atravesando, aquí y en todas partes del planeta, está quebantando y re-formulando moldes y patrones de existencia que tienen cientos,
miles de años de injerencia y control absoluto sobre nuestras vidas. Ningún individuo está preparado,
psíquica, emocional y físicamente para sobrellevar crisis como la que estamos viviendo en estos días; pero, de la mano de dichos fectores, se suman desigualdades de todo tipo, que generan un desmembramiento y un derrumbre incontrolables respecto a las estructuras de poder.
El desenlace no es claro, la salida no es certera, pero los monstruos de cada uno y cada una están saliendo a la luz. Las actitudes que se pueden tomar son varias pero, me pregunto, ¿acallaremos, otra vez, nuestra voracidad, nuestro enojo, nuestra desesperación, permitiremos que nuestra voz se silencie o, por el contrario, enfrentaremos lo que hace tiempo nos viene aislando e inmovilizando?.
Hasta la próxima.
Florencia Strajilevich Knoll